jueves, 22 de noviembre de 2018

BEATA MADRE CATALINA DE MARÍA



   El 27 de noviembre del 2017 fue beatificada por el papa Francisco  la fundadora de la Congregación de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús.

   Su historia personal transcurre en la ciudad de Córdoba durante el siglo XIX, lugar en que nació, vivió e hizo efectivo   un gran sueño de bien común signado por el amor a Cristo y el amor a la humanidad. La ciudad, en ese momento,  era  un centro cultural de reconocida efervescencia, con presencia de la Universidad, la Biblioteca y la Imprenta fundadas por los jesuitas en 1611. Recordemos que hoy la bandera de Córdoba luce el sol jesuita, sello de esa influencia cultural, social y religiosa. Pero las huellas de esta  cultura naciente siempre estaba marcada por la impronta masculina, ya que las mujeres estaban condenadas al analfabetismo y restringidas a un accionar dentro de la vida familiar; la acción social, política, cultural (incluida la religiosa) estaba en manos de los varones.

  En este contexto histórico, nace en Córdoba, el 27 de noviembre de 1823, Josefa Saturnina, la tercera de las cinco hijas que tuvieron Pablo Hilario Rodríguez y Catalina Montenegro. A los dos años queda huérfana de madre y a los nueve de padre. De esta manera, la pequeña Saturnina y sus hermanas son criadas  por sus tías abuelas, las que, siguiendo la tradición familiar, le inculcan la fe católica y la disciplina de los  ejercicios espirituales ignacianos.  Ambas familias, la paterna y la materna, eran reconocidas en Córdoba por el prestigio social y político. Como ejemplo podemos destacar a su primo, Santiago Derqui, presidente de la Nación y gobernador de Córdoba.

   La formación de Saturnina (luego Catalina) era la que podían poseer las mujeres en aquella época, una educación precaria e insuficiente :leer, escribir, bordar, coser y tejer. No obstante, tuvo una formación altamente calificada en las ciencias religiosas o Ciencias de Dios, extraída de la costumbre familiar , según consta en sus Memorias, de reunirse a rezar  alrededor  de la Virgen en tanto le inculcaban su devoción.  También tiene un ímpetu hacia el conocimiento y el saber que la nutren de una cultura que ella cultiva como autodidacta.

    Saturnina  tiene diecisiete años cuando  por primera vez realiza los Ejercicios Espirituales. Precisamente, corría el año 1840 y los jesuitas habían podido regresar a lo que fuera  el Virreinato del Río de la Plata, luego de setenta años de exilio. Una gran alegría ciudadana coronó su retorno y proliferaron las prácticas religiosas fomentadas y sostenidas por ellos. Es así como Catalina realiza su primer retiro y puede relatar, luego de esta experiencia, que fue tan grande su encuentro con el Padre  que la miraba con misericordia, que se sintió como otro Moisés, después de haber hablado con Dios. En ese momento siente el deseo de consagrar su vida a Dios.

   Pero los avatares de la vida y de su historia tenían que virar hacia otros escenarios que le permitieron un mayor conocimiento del mundo , de Dios y del alma humana. En cada proceso vital por el que atravesó tuvo la experiencia de una humanidad en la que nunca dejó de reconocer el rostro de ese Cristo que había deslumbrado su corazón desde siempre. Es así como en 1851 un coronel viudo y con dos hijos llamado Manuel Zavalía, la pide formalmente en matrimonio. Los planes de la joven se ven abrumados; ella ya había rechazado la oferta de matrimonio de Manuel Derqui por su falta de interés en el matrimonio. No obstante, leemos  a Silvia Somaré en Catalina de María Rodríguez, Mujer , Laica y Religiosa _Ed Guadalupe, Bs As., 2016_ : “En una época de verticalismo varonista, los casamientos se arreglaban entre familias con escasa participación de la novia”. Ella se niega a aceptarlo, y  el coronel, de personalidad enérgica y agresiva, influye sobre su ánimo con la ayuda del Presbítero Tiburcio López, amenazando con suicidarse si era rechazado por la joven. Pareciera que esta amenaza más el dolor de ver a los hijos de Zavalía huérfanos, influyen sobre su ánimo y acepta casarse, concretando esta ceremonia el 14 de agosto de 1852.

   A pesar  de haber sido arrojada a un matrimonio que no deseaba, vive este momento  sin dejar de comprometerse con el bien común, se hace responsable de los niños de Zavalía pero nunca deja de participar y asistir a la obra de los ejercicios espirituales ; estando en Paraná junto a su esposo, organiza tertulias a beneficio de las viudas de los soldados muertos en las batallas por las luchas entre unitarios y federales.  Cuando muere Zavalía, un 30 de marzo de 1865, ella expresa: “Murió el ser que más amaba en la vida, después de Dios”. La vida laica de Catalina, como relata Silvia Somaré_ Op. Cit._, tuvo un gran protagonismo:” …no dudó en llegar a transgredir los paradigmas del silencio de la mujer, de peticionar ante las autoridades, de interceder por el regreso de los jesuitas, de honrar al matrimonio en una época en  que era considerado casi como un mal necesario para la conservación de la especie humana”. Nos encontramos con el perfil de una mujer asombrosa, capaz de transformar los recónditos espacios de cada lugar al que le tocó pertenecer y de encontrar, en cada tramo de su vida, una manera de comprometerse con la esperanza de una humanidad mejor, de un mundo más justo, de una tierra llena del espíritu del Evangelio; ese Evangelio  que había troncado su corazón de jovencita en un corazón que trabajaría por el Reino de Dios , el que ella  vería reflejado en las mujeres excluidas de una realidad con hegemonía masculina y con olvido de los valores humanos.En Catalina  no hubo juramentos de fidelidad a la patria. Pero la patria  debe recordarla hoy como una predicadora del bien  en espacios de silencios profundos y de soledades interminables.

   Luego de haber quedado viuda, aquellos antiguos deseos de su adolescencia parecen recuperar espacio y tensión amorosa en su corazón, ese que nunca ha dejado de latir por el Dios que se apoderó de su vida tan tempranamente. Entonces comienza de nuevo su lucha, su tenaz persecución de un ideal que la envolvía y que complacía, definitivamente, sus más profundos anhelos. Corre el año 1865 cuando renace su vocación y su porfiado afán de mejorar la situación de vida de los excluidos de la época. Ya no desea ser religiosa sino que siente el impulso de fundar una comunidad, tal como lo cuenta en sus Memorias:
“El 15 de septiembre del mismo año( 1865)… cuando dirigiéndome a visitar  el Santísimo, que estaba expuesto en la Iglesia de las Catalinas, me vino al pensamiento que tenía un terreno bastante grande en el que podía edificar una Casa de Ejercicios y formar una comunidad de señoras que estuviesen al servicio de ella”. A idea que se presentó en la claridad  de su mente y en el ancho y profundo hueco de su  corazón  entusiasta, ella le llamó “Sueño Dorado”.
Desde el momento de la inspiración hasta la concreción de este sueño, pasan siete años de luchas y de peleas interiores y exteriores, momentos de oscuridad y de luz, egregios momentos signados por la consolación y la desolación, que ella había aprendido de su maestro San Ignacio. En el medio de su ímpetu fundacional, en 1867, se desencadena la epidemia del cólera y ella  es una de las abnegadas voluntarias para asistir a las personas desesperadas y enfermas, perdiendo también, por esta enfermedad, a algunas hermanas que la apoyaban en su obra. Los varones que la aconsejaban y apoyaban como los padres jesuitas David Luque o  José María  Bustamante, en algún momento parecen querer abandonarla y le piden que desista. Cuando todo parece oscurecerse, el Corazón de Jesús la fortalece y la ilumina.

   Finalmente, en 1872, puede concretar su sueño fundacional. Fue un 29 de septiembre el día de la creación del Instituto. Fue el padre Bustamante el que da el nombre, como podemos leer en las Memorias:
 “Para que se cumpliesen a la letra aquellas divinas palabras: el que se humillare será ensalzado, el Padre dio a nuestra Congregación el título humildísimo de Esclavas y luego nos ensalzó llamándonos del Corazón de Jesús…”
 Catalina trabajó  para la enseñanza de la niñez y para las mujeres abandonadas_ incluso en 1882 se creó un Taller_ para la enseñanza, atención y labor de la mujer obrera , citado por Moisés Alvarez Lijo, Educación de la mujer argentina, Ed Difusión, Buenos Aires, 1941_ En un momento en el que  Europa padecía  las consecuencias sociales de la  Revolución Industrial, el comienzo del capitalismo salvaje  y las mujeres cobraban en las fábricas la mitad de la remuneración del varón, por igual trabajo.

   Catalina fue una “cabeza dura del bien”, caprichosa y  obstinada, militante de terquedades espirituales, impecable luchadora contra combates espirituales.  Nunca desandó el camino de bien que se había instalado en su alma apenas  iniciada la adolescencia;con contrariedades y renuncias, consiguió propósitos difíciles de cimentar, en una época hostil y descalificadora para las mujeres, a pesar de poseer una buena posición económica  y  de estar rodeada de personas de influencia social y política.

    Sus cartas, 1681 cartas dirigidas a hermanas, sacerdotes, políticos, cartas en las que dejó, prolija y detalladamente, una radiografía de sus sentimientos y sus anhelos.  Sus cartas son la descripción de una pasión , un conjunto de sueños concatenados y amarrados dirigiéndose a la persecución de un ideal superior: fundar una casa que sea refugio y trampolín hacia el mañana. Imaginemos la luz de la vela, la pluma ligera, la tinta interminable y las palabras colapsando las hojas en espacios que resultaban siempre escasos. Había mucho por expresar, mucho por construir.

   Catalina tenaz, persistente, inclaudicable; el papel rústico de cada carta confrontando con la claridad de sus ideas y su alma; en la soledad de un proyecto entusiasta, enérgico; amaneceres de Catalina cercados de afanes que titubeaban y se imponían, mujer hecha de sueños y de prodigios, manos de tinta y de papel con las que construyó itinerarios de afectos  y  trayectos de  bien común y solidaridad.

   Catalina del discernimiento, de los altibajos, de las decepciones y de los triunfos cotidianos; luchas ganadas en cada hora, batallas perdidas en minutos de profundas agonías; luz y oscuridad, pasado y futuro reclinándose en la solapa de su soledad, vivificada  de presentes  intensos.

   Catalina,  querida fundadora, enamorada del Corazón de Jesús,tus pasos decisivos y sin titubeos siguen dirigiéndose hacia los sitios donde la exclusión y el abandono mantienen cautiva a la condición humana.
                                                                                                                       Graciela Jatib

No hay comentarios:

Publicar un comentario